viernes, 19 de febrero de 2010

Obstaculos Culturales: Creer que el esfuerzo agrega valor.


El esfuerzo no agrega valor al resultado. El Universo no recompensa el esfuerzo. Un esfuerzo sin resultado es energía desaprovechada. Aun logrando el objetivo, cuando hubo demasiado esfuerzo, una parte nuestra murió en el intento. El río fluye hacia el mar sin esfuerzo, solo cuando encuentra un dique, éste se esfuerza en atravesarlo... su destino es el mar. El dique es el obstáculo frente al cual se justifica el esfuerzo. Cuando nos tenemos que esforzar para lograr algo es que encontramos un dique, casi siempre autoimpuesto (creencias limitativas, condicionamientos, falta de merecimiento) ¿Cuantos diques construíste a lo largo de tu vida y echaste la culpa a...?). El sol sale y se pone sin esfuerzo, las aves vuelan y se alimentan sin esfuerzo, las plantas crecen y nada las detiene... vivir debería ser lo mismo, pienso y manifiesto, deseo y obtengo, solo frente a los condicionamientos alguien pone esfuerzo (pensemos y si surge resistencia a éste concepto... ahí está el dique). JUSTIFICA TUS LIMITACIONES Y ESTAS CONTINUARAN EXISTIENDO.


Escrito por: Alejandro Calabia

miércoles, 3 de febrero de 2010

¿Sabemos escuchar?

"La naturaleza le ha dado al hombre una sola lengua y dos oídos para que pueda escuchar el doble de lo que habla"
Epícteto


Ante los problemas ajenos, los seres humanos tenemos tendencia a aconsejar. Cuando una persona de nuestro entorno se encuentra ante un obstáculo, solemos tratar de orientarla, diciéndole qué debería hacer -según nuestro punto de vista- para solventar esa situación. "No deberías perdonar una infidelidad, es algo que no se puede superar", "lo mejor que puedes hacer si no te llevas bien con tu familia es marcharte de casa", "confía en mí, lo más efectivo para adelgazar es la dieta de la alcachofa"…


Todas las cosas son ya dichas; pero como nadie escucha, hay que volver a empezar siempre André Gide


Damos todo tipo de consejos porque creemos saber lo que el otro necesita. Y en demasiadas ocasiones brindamos esa información a personas que no nos la han pedido. Es algo que hacemos por costumbre. Desde que tenemos uso de razón, nuestros padres, madres, amigos y conocidos nos han aconsejado no sólo cómo vestir sino también qué camino profesional tomar. Y lo mismo sucede en la intimidad de nuestras relaciones de pareja, que suelen generar una fuente inagotable de consejos. Sin embargo, su eficacia es prácticamente nula.


Del escuchar procede la sabiduría, y del hablar el arrepentimiento. Proverbio italiano


Al fin y al cabo, los consejos que damos son un reflejo de nuestras creencias, de nuestro condicionamiento y de nuestras experiencias. De este modo, nos proyectamos con la necesidad -inconsciente- de que la realidad de la otra persona se adapte a lo que nosotros consideramos que sería mejor. Así, en demasiadas ocasiones aconsejamos de forma reactiva e impulsiva, lo que pone de manifiesto que no estamos prestando verdadera atención a nuestro interlocutor. Frente a esta situación surge una pregunta incómoda: en nuestras relaciones con los demás, ¿realmente escuchamos?Desde pequeños vamos al colegio para aprender a hablar y a escribir, pero nadie nos enseña a escuchar.


Algunos oyen con las orejas, algunos con el estómago, algunos con el bolsillo y algunos no oyen en absoluto. Khalil Gibran


Generalmente, casi por inercia, pasamos nuestros días limitándonos a oír. Y canalizamos nuestra necesidad de sociabilizarnos desarrollando distintos tipos de escucha. Así, solemos practicar la "escucha egocéntrica", que consiste en utilizar lo que nos está contando el otro para dar la vuelta a la conversación y desahogarnos explicando nuestros propios "dramas". O ejercemos la "escucha a traición", que nos lleva a juzgar, culpabilizar, minimizar e incluso reírnos de aquello que está contando nuestro interlocutor. Probablemente, la que más utilizamos es la denominada "escucha de buenas intenciones", que consiste en compadecer y tratar de convencer a nuestro interlocutor mediante consejos, intentando imponerle nuestro punto de vista. Sin embargo, con esta actitud no logramos mejorar su situación. Este resultado es fruto de la mala comunicación y nuestra falta de atención hacia el otro.


Cambiar esta tóxica inercia está en nuestra mano y pasa por comprometernos con nosotros mismos y nuestras relaciones, trabajando nuestra capacidad de escuchar activamente.



Irene Orce